Autora: Inmaculada García Haro –vocal de A.L.A.S.-
Fecha: 17/02/2011
El maltrato físico de la mujer y su cara mas terrible, su asesinato, es la punta del iceberg de un problema de raíces mas profundas que se manifiesta mostrando un panorama en el que podemos observar las terribles circunstancias por las que atraviesan gran parte de las mujeres que habitan nuestro planeta
Para entender lo que podemos llamar el “malditismo” de lo femenino debemos remontarnos a etapas anteriores a las actuales religiones patriarcales o del libro (la judaica, la cristiana y la musulmana). Si analizamos la evolución de las representaciones de las deidades femeninas hasta la advocación de la diosa Astarté observamos que, antes del dios-padre se adora a las diosa-madre. Los primeros ritos religiosos de culto, anteriores a toda civilización, se dirigen a la fertilidad, al vientre-madre. Sus ídolos votivos son las llamadas “venus”, diosas femeninas con pechos y vientres abultados. Este universo matriarcal viene a entrar en crisis con la aparición de la figura del padre al ser descubierto su papel en la procreación.
En la zona del creciente fértil, origen de la civilización, en principio, la diosa era llamada Inanna por los sumerios y aún conservaba todos los atributo de lo femenino, aunque en sus representaciones aparece más estilizada que sus antecesoras. Pero las diosas babilónica y persa, Ishtar y Astarté, reflejan en su representaciones y atributos una progresiva masculinización que culmina con la diosa guerrera de Persia, antecedente directo de la deidad masculina del pueblo de Judea.
El proceso de anulación de la feminidad (fenomicidio) comienza aquí pues la religión judía considera la deidad como única y masculina y de ella emanan las diferentes escatología de las religiones monoteístas cristiana y musulmana que, en sus extremos mas fundamentalistas, tapa el rostro de la mujer o, simplemente, las considera impuras. Pero ¿por qué ese afán de ocultar lo femenino, de condenarlo? Quizás la respuesta la encontremos en el libro de la creación, el Génesis, donde aparece el mito de la expulsión del paraíso que encierra la base de ese malditismo. El acto de Eva, la primera mujer, afecta a toda la humanidad y la condena. Es lo que se conoce en el ámbito judeocristiano como “pecado original”. Pero ¿cuál fue realmente ese pecado? ¿cuál fue la fechoría de Eva que hace que se nos continúe tachando de inferiores, impuras, insuficientes, inútiles...? ¿Qué es lo que rechazan, en definitiva, esas religiones? La respuesta es muy sencilla: Eva realizó el primer acto de libertad humana.
En el mito se encierra la incógnita y el significado de la vida que no es otra cosa que ejercer la voluntad y la autorrealización de cada ser humano. Pero el miedo lo disfraza de pecado; el miedo a ser uno mismo, a equivocarse; miedo al libre albedrío, el mayor regalo recibido y esencia de cada uno de nosotros.
La realización del SER mediante la voluntad y la libertad que no deben ser consideradas cualidades malditas sino divinas, pues constituyen la esencia propia de la vida. Pero el ser humano, lleno de incógnitas por resolver y de miedo, por un lado rechaza a la mujer por su capacidad de engendrar la vida que no comprende, y, por otro, la necesita para vivir a través de ella. El ejemplo mas extremo de esta situación la tenemos en el hombre que maltrata a una mujer. Perdido su sentido de conexión la necesita como el alimento y la convierte en una presa a la que debilita reforzando su complejo de inferioridad y su sentimiento heredado de culpa minando su autoestima.
Hay un vacío en los seres humanos. Necesitan y claman por el universo femenino perdido sin saberlo. La fuerza devastadora de lo masculino inconexo está teniendo consecuencias terribles para nosotros y nuestro planeta. Es por eso que hombres y mujeres debemos recuperar esos arquetipos perdidos, rechazados u olvidados, pues somos seres andróginos. En cada hombre o mujer cohabitan valores y cualidades masculinas y/o femeninas desarrolladas o no en función de diferentes variantes fisiológicas, culturales, educacionales o religiosas. De su equilibrio depende nuestro futuro.
Valga esta exposición en homenaje a aquellas mujeres que, a pesar de no poder tener control sobre sus cuerpos, y en circunstancias por lo general adversas han seguido el cauce de la vida criando y amando a los seres humanos que hemos vivido a través de ellas. Pero sobretodo quiero rendir un homenaje a todas las que han perdido la oportunidad de ejercer el derecho intrínseco de ser única dueña y creadora de su propia vida en manos de la barbarie.
Brindemos por esas mujeres sabias.
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